Nació en la popular y periférica ciudad de San Justo -Partido de La Matanza, corazón del conurbano Bonaerense- el 13 de mayo de 1854, con el nombre de Pedro Bonifacio Palacios. Bajo el seudónimo Almafuerte llegó a convertirse en un verdadero poeta popular.
Por: Juan Manuel Talarico
Creció en el seno de una familia encumbrada que, repentinamente, cayó en la ruina. Llegó a conocer la pobreza más absoluta.
De niño perdió a su madre, fue abandonado por su padre y terminó siendo criado por una tía y asistido por una parroquia que le inculcó un fervoroso sentido de la fe. Del cual se distanciará luego, defraudado, iniciando una vida peregrina asolada por la depresión.
Incursionó en la pintura, pero cuando el gobierno le negó una beca para viajar a Europa , cambió de dirección y se dedicó a escribir y enseñar. A los 16 años de edad fue nombrado director de una escuela en el entonces rural Chacabuco .
Incursionó en la pintura, pero cuando el gobierno le negó una beca para viajar a Europa , cambió de dirección y se dedicó a escribir y enseñar. A los 16 años de edad fue nombrado director de una escuela en el entonces rural Chacabuco .
Bajo la presidencia de Domingo F. Sarmiento, en 1884, fue despedido como director de la escuela por no poseer un título docente. Sin embargo, fue elegido miembro de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y más tarde trabajó como bibliotecario y traductor para la Oficina Provincial de Estadística. En 1887, se mudó a La Plata y fue contratado como periodista en el periódico El Pueblo .
En 1894 fundó el Ateneo de Artistas y renovó sus actividades docentes en una escuela cerca de Trenque Lauquen , pero dos años después fue retirado una vez más por razones políticas. En su obra solía ser un critico valiente del gobierno de turno.
Entre 1906 y 1907 estuvo sumido en una profunda depresión, moral y anímicamente abatido, agobiado por problemas económicos, espirituales y físicos.
Buscó refugio e inspiración en la bebida entre el vaho del alcohol escribió poemas notables como Trémolo. Consciente de su, creciente, influencia entre los jóvenes, se sobrepuso al vicio de la bebida. Volvió a las arenas políticas, apoyando a Avellaneda. Las luchas políticas le trajeron odios y envidias que laceraban su espíritu, demasiado sensible para las menudencias de la realpolitik.
Sus ingresos mejoraron desde 1913 en adelante, cuando leía sus obras en el Odeón y en varios teatros del interior. Allí logró un amplio reconocimiento popular. La gente lo esperaba en la calle, lo vitoreaban con aplausos, los jóvenes lo seguían y admiraban.
A principios del siglo XX, comenzó a participar en la política activa, pero debido a su situación económica inestable y su negativa a aceptar una posición política de relevancia, ya que criticaba duramente a quienes vivían a expensas de los impuestos de la gente, no lo hizo con mucho entusiasmo.
Al final de su vida, en 1916 el Congreso Nacional Argentino le otorgó una pensión para que pudiera dedicarse por completo a su poesía. Sin embargo, su salud se había deteriorado y murió el 28 de febrero de 1917 en La Plata a la edad de 63 años.
Su obra literaria es un reflejo cristalino de una vida sumida en la humildad de la pobreza y en la soledad ascética de los profetas. Intelectuales y escritores coetáneos - en una época en que los hombres de ciencias y artes acostumbraban ser personas de fortuna, con una mirada sumamente europeizada- solían decir, en tono de burla, que Almafuerte era un ignorante; que no tenía en su biblioteca más que dos libros, que probablemente fueran los únicos que hubiera leído: la biblia y un diccionario. En la misma línea, posteriormente, Jorge Luis Borges -quién reconocía la fuerza poética de Almafuerte- a su vez, la tildaba de “inexplicable” debido a sus “defectos evidentes”.
Desde este humilde espacio nos aventuramos a pensar que, quizá, lo que a Borges -como a otros hombres de la elite ilustrada porteña- le resultaba inexplicable, del impacto que causaba la poesía de Almafuerte, eran las razones del pueblo para sentirse redimido, por los versos de aquellos que cantan y celebran sus epopeyas cotidianas. Con la voz lisa y llana que sólo puede tener el grito desesperado del hombre de pueblo, cuando llora y ríe sus verdades.
“Almafuerte es un profeta; porque el profeta clásico no era solamente un conductor de pueblos, era un inspirador, era un vidente, que encendía la zarza famosa y el pueblo lo seguía. Almafuerte es como un florecimiento del alma del pueblo: va delante de él hacia lo ignoto (...) es un verdadero poeta de la democracia. Es un hombre que enseña en todas las formas, con su vida, con su abnegación, con sus ideas”. Joaquín V. GonzálezCabe traer a colación una pequeña reflexión del poeta y ensayista mexicano Octavio Paz:
"El poema se nutre del lenguaje vivo de una comunidad, de sus mitos, sus sueños y sus pasiones, esto es, de sus tendencias más secretas y poderosas. El poema funda al pueblo porque el poeta remonta la corriente del lenguaje y bebe en la fuente original. En el poema la sociedad se enfrenta con los fundamentos de su ser, con su palabra primera (...) El poema nos revela lo que somos y nos invita a ser eso que somos (...) (Contrario al partido político) El poeta opera desde abajo para arriba: del lenguaje de su comunidad al del poema. En seguida, la obra regresa a sus fuentes y se vuelve objeto de comunión. La relación entre le poeta y su pueblo es orgánica y espontánea.
Este camino poético es el que eligió Almafuerte para desarrollar su hondo sentido nacional y popular. Allí radica la fuerza poética descomunal de Almafuerte. Por ello, de a poco se convirtió en un verdadero patrimonio cultural de su ciudad natal, e ingresó en la memoria colectiva del pueblo argentino para siempre, dejando marcados a fuego, en el sentir popular, algunos de sus versos más notables:
(...) Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.(...).
(...)No te des por vencido, ni aún vencido
no te sientas esclavo, ni aún esclavo
trémulo de pavor piénsate bravo,
y acomete feroz, ya malherido(...).
Éstas líneas forman parte de los famosos Siete sonetos medicinales de Almafuerte que reproducimos a continuación:
SIETE SONETOS MEDICINALES
¡Avanti!
Para Don Félix J. Tettamanti
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan las garras de la suerte…
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
¡Piu avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora…
¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
¡Molto piu avanti!
Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas,
para limar las de los otros antes;
Los que van por el mundo delirantes,
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos,… ¡sobrantes!
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡Nunca sigas impulsos compasivos!
¡Ten los garfios del odio siempre activos
los ojos del juez siempre despiertos!…
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!
¡Molto piu avanti ancora!
El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado.
No digas tu verdad ni al más amado,
no demuestres temor ni al más temido,
no creas que jamás te hayan querido
por más besos de amor que te hayan dado.
Mira cómo la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansía las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe…
¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!
¡Moltissimo piu avanti ancora!
Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,
no habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;
Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su aula,
buscando las rendijas, no las llaves…
¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
a escrutar las rendijas de tu jaula!
Vera violetta
En pos de su nivel se lanza el río
para el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval; y hay vendavales
por la ley del no-fin, del no-vacío.
La más hermosa espiga del estío
no sueña con el pan en los trigales;
el más noble panal de los panales
no declaró jamás: Yo no soy mío.
Y el sol, el padre sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco…
¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
siempre que lo permita tu estatura!
La yapa
Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Océano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:
tu gimnasia de cárcel, no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
tu miserable personal anhelo.
¿Qué saben de lo eterno las esferas;
de las borrascas de la mar, la gota;
de puñetazos, la falange rota;
de harina y pan, la paja de las eras?…
¡Detente, por piedad, pluma, no quieras
que abandone sus armas el idiota!
Para Don Félix J. Tettamanti
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan las garras de la suerte…
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
¡Piu avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora…
¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
¡Molto piu avanti!
Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas,
para limar las de los otros antes;
Los que van por el mundo delirantes,
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos,… ¡sobrantes!
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡Nunca sigas impulsos compasivos!
¡Ten los garfios del odio siempre activos
los ojos del juez siempre despiertos!…
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!
¡Molto piu avanti ancora!
El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado.
No digas tu verdad ni al más amado,
no demuestres temor ni al más temido,
no creas que jamás te hayan querido
por más besos de amor que te hayan dado.
Mira cómo la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansía las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe…
¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!
¡Moltissimo piu avanti ancora!
Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,
no habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;
Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su aula,
buscando las rendijas, no las llaves…
¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
a escrutar las rendijas de tu jaula!
Vera violetta
En pos de su nivel se lanza el río
para el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval; y hay vendavales
por la ley del no-fin, del no-vacío.
La más hermosa espiga del estío
no sueña con el pan en los trigales;
el más noble panal de los panales
no declaró jamás: Yo no soy mío.
Y el sol, el padre sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco…
¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
siempre que lo permita tu estatura!
La yapa
Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Océano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:
tu gimnasia de cárcel, no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
tu miserable personal anhelo.
¿Qué saben de lo eterno las esferas;
de las borrascas de la mar, la gota;
de puñetazos, la falange rota;
de harina y pan, la paja de las eras?…
¡Detente, por piedad, pluma, no quieras
que abandone sus armas el idiota!
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